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El verano del año 1944

Autora : 
LE BAS Julien
Traducción Nadia Ait Bachir

Julien Le Bas tiene 20 años en 1944 y vive en Saint-Lô. Cincuenta años más tarde redacta este testimonio.

PRELIMINARES

Excepto algunas bombas alemanas caídas, en 1940, en el pueblo de Villeneuve, camino para Torigni-sur-Vire, y dos bombas incendiarias inglesas que destrujeron dos casas en la calle de la Marne1, en 1941 o en 1942, la única relación que teníamos con la guerra era con las escuadrillas aliadas que iban y venían de misión.

EL DESEMBARCO

Con el desembarco por todas las playas, nuestra región se encuentra de repente en el primer plano del escenario y Saint-Lô se vuelve en un objetivo de mayor importancia2.

Mientras estamos atentos a un ruido insólito semejante a un redoble de tambor, procedente de la costa del Calvados, aquella noche del 5 de junio, sufrimos la primera alerta seria.

Podían ser las doce de la noche, las baterías DCA3 desparramadas alrededor de la ciudad se pusieron a disparar contra un avión que se hizo visible únicamente en el momento en que, alcanzado por un proyectil, prendió fuego a la vertical del teatro y se estrelló cerca de una granja, al lado del puente de Gourfaleur.

Una granja incendiada de donde la madre y los hijos se salvaron de puro milagro, los cuerpos carbonizados de los aviadores reducidos al tamaño de un niño, fueron las primeras imágenes de horror de una batalla que iba a ofrecernos muchas más.

El 6 de junio iba a ser un día muy agitado. La central eléctrica de Agneaux4 y la estación eran atacadas en picado por los aviones bombarderos. Desde la calle Valvire donde yo trabajaba, he asistido de muy cerca a esta acción aérea. Los aviones descendían en picado hacia la estación, soltaban sus bombas por encima de nuestras cabezas a la par que sufrían los tiros de la DCA instalada en el tejado de la escuela superior de las chicas, en dirección de Carentan. La red férrea estaba ya en aquel entonces inutilizables.

Por la tarde, los primeros presos americanos llegaron a la Feldkommandantur5 : unos paracaídistas de la región de Sainte-Mère-Église, fuertes chicos, embadurnados de negro, que llevaban pertrechos absolutamente nuevos para nosostros.

Ya en aquel momento alternaban la alegría y la preocupación : ¿ el Desembarco iba o no a ser un éxito ?¿ Qué iba a pasar ahora ?, ¿ Qué sería de nosotros ?

Esta guerra liberadora, que deseábamos tanto de todo corazón, ¿ era reservada al Norte de Francia, el umbral de Inglaterra ? No [,] se había elejido a la Baja-Normandía.

Hacia las siete y media de la tarde, en el bar de mis padres, un soldado alemán, veterano de 1914, tras haber bebido su habitual « calva », nos dijo mientras se iba [:] « Americanos boom boom, gran desdicha. » ¡No nos quedaba más que media hora de tranquilidad !

LOS BOMBARDEOS

Estábamos a punto de ponernos a la mesa para cenar a eso de las ocho de la noche cuando me atrajo un zumbido de aviones. En unos segundos, toda la familia estaba fuera, escudriñando el cielo. Poco tiempo después vimos aparecer, por encima de dos hayas altísimos, dos formaciones de fortalezas volantes que venían del Este, muy altos en el cielo. Dos cohetes blancos se desprendieron del primer avión y en seguida las bombas fueron largadas. En un primer momento eran lunaritos negros, pero engordaban poco a poco, y caían de lado provocando un estruendo espantoso, hacia el centro de la ciudad. ¡Estaba atemorizado ! Sin poder desprender la mirada de esta masa estruendosa, permanecía de pie a pesar de las órdenes de mi padre y de las leyes elementarias de seguridad.

Se produjo un horrible estrépito seguido de la aparición de una nube de polvo tan opaca que desde lo alto de la calle del 80, resultaba imposible ver la ciudad6.

Atolondrada, la gente corría por todos lados, buscando luces y gritando su angustia, incapaces de realizar el desastre.

Aprendíamos que una familia vecina había quedado sepultada en una zanja construida con hormigón, que ya no quedaba nada de otra aniquilada por una bomba caída en pleno comedor. No había más que heridos, presos en vida o muertos, debajo de los escombros. Algunas casas estaban ardiendo. En unos segundos una ciudad tranquila había quedado destruida en parte. Ya no se podía ser alegre o desear algo. Todo era desesperanza, aniquilamiento. La guerra estaba aquí, cruel, inhumana, horrorosamente fea.

Los bombardemos reanudaban hacia las diez o las once de la noche con empeño. La noche fue terrible. Cualquiera que fuera el sitio donde uno se escondía, no había seguridad en ninguna parte. Describir la angustia que nos asaltaba era imposible, la muerte estaba presente por todos lados y sólo la suerte podía contribuir a que no sufriéramos lo peor que pudiera ocurrir.

Después del bombardeo de las ocho de la noche, nos fuimos de casa y nos refugiamos en la granja de la Ferronnière. En un edificio de la finca, unas personas oriundas de Cherburgo pero refugiadas en Saint-Lô desde hacía varios meses nos acogieron. Convencido de que mi madre y los rescatados del primer bombardeo estaban a salvo, me iba7 en busca de otros familiares de los que estábamos sin noticias.

[Pues] al contrario de lo que se esperaba, este refugio casi les resultó fatal, durante el segundo bombardeo. Según sus testimonios [:] « Las paredes parecían abrirse y el suelo temblaba debajo de nuestros pies, en cualquier momento el edificio podía derrumbarse. » Ya terminado el bombardeo intensivo, salimos pues de esta granja para buscar asilo en los caminos huecos.

El bombardeo había ocurrido mientras mi padre, miembro de la defensa pasiva8, intentaba con algunos vecinos, sacar a una familia prisionera de una zanja y que no consiguieron salvar, por no haber podido levantar la espesa losa de hormigón que la tapaba. Tendido por una largo declive, sintió en seguida un peso en su espalda, era su perro de caza que se había acostado encima de él, como para protegerlo.

Yo seguía buscando a falmiliares. Así fue como me hallaba a la altura de los cinco caminos cuando empezó el tercer bombardeo. Al caer las primeras bombas, me tiré al suelo. Fue cuando quise levantarme cuando me di cuenta de que había sido recogido por un matorral de espinas, no había sentido los pinchazos. Tras haber encontrado al grupo de familiares de la Ferronnière, pasábamos el resto de la noche por los caminos. El cielo estaba iluminado por numerosos incendios. Acurrucados, estábamos muertos de frío, de miedo y permanecíamos silenciosos por la emoción y atemorizados por el miedo. A pesar de todo, tras el segundo ataque, agazapado contra un declive, dormí hasta que amaneciera.

EL ÉXODO9

Sainte-Suzanne-sur-Vire

Salimos de Saint-Lô temprano por la mañana, tomando los caminos. Llegábamos a la granja Coispel en Saint-Suzanne-sur-Vire. Teníamos que quedarnos allí por lo menos un mes. Volvíamos a menudo a Saint-Lô y bajábamos a la estación para cosechar, en los vagones destripados, algunos productos alimenticios destinados a las tropas de ocupación. Para acceder a la ciudad, teníamos que volver a tomar los caminos que habían sido los testigos de nuestro éxodo. Habíamos podido constatar con estupefacción que cada lugar donde habíamos hecho una corta pausa durante una noche, había recibido una bomba, la intuición o el miedo extremo de las mujeres [,] nos había llevado más allá del campo, y nos había salvado la vida.

El campo cerca de la ciudad estaba totalmente labrado por cráteres de bombas. El campo no era más que una ruina humeante. Entre estas desolaciones, encontraba al señor Lavalley y a su familia. Fue con alegría como aceptó la botella de « Byrrh »10 que yo venía de recuperar en el sótano de mis padres. Había conservado una para celebrar mi cumpleaños, cumplía 20 años aquel 9 de junio.

En esta granja hemos vivido unos diez días con un grupo de paracaídistas alemanes11 que combatían en los alrededores de Saint-Lô. Después de unos días de descanso, volvían a irse para el frente donde ocurría una dura batalla. Desde una granja cerca de la carretera de Torigni, asistíamos a los disparos de la artillería americana hacia el bosque del Soulaire. Frente a la intensidad de los disparos, no estábamos sorprendidos al asistir a la vuelta de los rescatados que llevaban vieja ropa militar y que las mujeres de nuestro grupo habían propuesto lavar en el lavadero de la granja. Era una tarea muy desagradable ya que se trataba de uniformes maculados de sangre y a menudo colgaban pedazos de carne humana.

Un día, por la mañana, de vuelta del frente, improvisaron una ceremonia delante de dos cuerpos extendidos por el suelo y cubiertos por una tela. Frente al cuerpo muerto de su lugarteniente, cuya cabeza estaba desprendida del tronco, hemos visto a estos duros tipos [,] con los ojos llenos de lágrimas contenidas, rendir homenaje a su jefe con el que nos habíamos relacionado durante los días precedentes. Una noche, los supervivientes se fueron definitivamente. Unos días después nuestro pueblo era bombardeado por los primeros obuses americanos.

Tras haber tomado la decisión de marcharnos hacia el sur, me iba junto con León hacia Percy, valiéndonos de las bicicletas que pertenecían a nuestros huéspedes, con la meta de preparar la próxima etapa de repliegue. Mientras pedaleábamos por las pequeñas carreteras, para evitar que nos ametrallaran, un centinela alemán nos detuvo en una encrucijada en los alrededores de Moyon. Nos pidió la documentación. Le presenté mi carnet de atleta nacional con la bandera tricolor. Tras habernos interrogado respecto al lugar donde íbamos y a la meta de nuestra expedición, nos aconsejó que tomáramos la carretera de Saint-Lô – Villedieu. Cuando llegamos a Percy, nos enterábamos de la detención de la red P.T.T de Beaucoudray12.

Nuestra suerte, aquel día, era que habíamos tenido como interlocutor a un alemán que hablaba correctamente el francés y que nos trató con benevolencia.

De vuelta por esta carretera que habíamos querido evitar, asistíamos, desde la cuneta a la que nos habíamos arrojado, al ametrallamiento de un vehículo alemán que la precisión del disparo había hecho que explotara. La vuelta a la granja ocurrió sin que pasara otro incidente.


Percy

Mientras los combates se acercaban a nuestro sector, decidíamos marcharnos de esta granja y salíamos rumbo a la Chapelle-sur-Vire y Tessy-sur-Vire con nuestras carretillas sobrecargadas. Pasábamos la noche siguiente en una casa ubicada a dos kilómetros de Tessy. Los ocupantes habituales [,] ya que preferían dormir en el campo alrededor, nos la habían confiado para la noche. Tras un excelente descanso en la paja, reanudábamos el camino en dirección de Percy donde nos quedábamos unos quince días.

Alojados en una pequeña choza en la colina sur, habíamos asistido a un combate aéreo. Era un enfrentamiento bastante raro dada la ausencia casi absoluta de la aviación alemana. Nuestra posición elevada, ya que estábamos en la colina, nos había permitido divisar, a lo lejos, un número inhabitual de aviones que nos permitían pensar que una operación importante estaba a punto de ocurrir. (Se trataba de la operación « Cobra »13).

Aquel mismo día, dos escuadrillas bombardearon primero, la estación de Villedieu y segundo, una granja de Percy. Habían apuntando un depósito de municiones que haba sido indicado por la Resistencia (dato conseguido más tarde). El miedo a los bombardeos aún muy vivo contribuyó a que una nueva salida se volviera más que posible e inmediata. ¿Había que ir hacia el mar o seguir yendo cada vez más hacia el sur ? La segunda solución fue la que elegimos.

Villedieu

Volvimos a reanudar con nuestro éxodo, con las carretillasy por los caminitos hacia Villedieu. Obligados a evitar la ciudad, llegábamos a la carretera de Sainte-Cécile. Fue entonces cuando aviones aliados nos vieron. Sin ninguna más formalidad emprendieron el descenso en picado en dirección de nuestro grupo. El pánico era máximo, nos tiramos todos a la cuneta, intentando protegernos lo mejor posible. No nos dispararon de puro milagro gracias al ánimo de uno de nuestros compañeros quien, en mitad de la carretera, agitó su camisa. Los aviones restablecieron su trayectoria y desaparecieron, lo cual nos alivió a todos.

Chérence-le-Héron

Cansadísios tanto por las emociones como por la caminata, decidimos pasar la noche en Chérence. Con el permiso del alcalde nos instalamos en el salón dedicado a las ceremonias. Ya que se negó a dejarnos paja, estuvimos obligados a buscar el descanso en el mismísimo suelo del escenario. Acostumbrados desde el 6 de junio a la ausencia de comodidad [,], cada uno se las apañó como pudo para descansar.

Entonces llegaron [,], en este dormitorio demasiado amplio, unos refugiados de la región de los pantanos. Sus carretas de heno estaban tan cargadas que parecía que presenciábamos toda una mudanza. Hicieron tan poco ruido que tuvimos que alzar la voz a riesgo de pelearnos14.

Su cansancio no tenía nada que ver con el nuestro, principalmente a causa de sus enganches. Acostados tarde y dormidos con dificultad a causa de la falta de comodidad, los aviones nos despertaron ya que los campanarios del pueblo les servía de punto de referencia para controlar las encrucijadas donde ametrallaban todo lo que se movía. Presenciamos entonces un baile pasmante con ataques de metralletas contra vehículos [y contra soldados] alemanes que habían tenido la imprudencia de salir de sus carretas.

Aprovechándonos de una tregua seguimos nuestro viaje hacia el sur.

Saint-Nicolas-des-Bois

Llegamos al castillo a un centro de acogidas que había presenciado la llegada de muchos de nuestros conciudadanos. Lo dirigía el Abad Burnel, al que conocíamos bien.

A falta de poder quedarnos allí, podíamos por lo menos calmar nuestra hambre, antes de volver a irnos en dirección de Brécey donde llegábamos al final de la tarde, andando por pequeñas carreteras.

Brécey

Los responsables del centro15 nos hicieron saber que no habían contado con nosotros y que teníamos que irnos para Brécey.

Pero unos amigos futbolistas se encargaron de ayudarnos ofreciéndonos buena comida y un lugar donde quedarnos un rato, en casa de la señora Guédon. Con mucha benevolencia, nos propuso, en la primera planta, unas habitaciones que estaban sin ocupar. Preferimos la cuadra que era de una sola planta y de donde podríamos escaparnos en caso en que lo necesitáramos. El miedo a los bombardeos seguía muy presente.

Gaston y Charles quienes, con motivo de una visita al pueblo, organizaban el abastecimiento, fueron sorprendidos por una salva de obuses que, procediendo del este, no podía ser más que alemana. Los aliados estaban cerca de Brécey [,] ¡se trataba aparentemente de un error de disparo !

Nuestro panadero recibía noticias de los combates gracias a su radio dismimulada en un rincón de su amasadero. Si conseguíamos así informaciones sobre la batalla que ocurría al mismo tiempo, no sabíamos nada de los preparativos alemanes de la región.

La noticia relativa a la llegada al pueblo de los americanos se extendió rapidísimamente. En realidad no se trataba más que de una patrulla.

Mientras yo hablaba con Gaston en el huerto, también nos sorprendió una ráfaga de balas que pasaron muy cerquita de nosotros antes de que, por reflejo, nos refugiáramos detrás de un poste de granito, pero el peligro ya había pasado.

Con prisa de ver a los Aliados, decidíamos con Yvette ir a Brécey, que estaba a 500 metros de donde estábamos. No habíamos recorrido ni siquiera unos cien metros cuando topábamos cara a cara con una tropa alemana. Tras haber contestado a su pregunta indicándoles la carretera para ir a Saint-Hilaire, volvíamos precipitadamente hacia nuestro lugar de acogida del que no nos alejábamos de día.

Nos enteramos por nuestro informador radio del contraataque alemán de Mortain16, cuya meta era aislar los carros de combate aliados que, tras haber tomado Avranches, ocupaban el puente de Pontaubault.

Entre las manos de los americanos desde unos días, Brecey podía volverse en un objetivo importante para parar las columnas de carros y demás vehículos que iban hacia Saint-Hilaire.

Podíamos pues hallarnos en el mismísimo seno de la batalla.

La finca de la señora Guédon se ubicaba a la orilla del valle de la Sée, entre los puentes de las carreteras de Saint-Hilair y de Ducey ? Una pista de aterrizaje había sido instalada rapidísimamente, para los aviones que menos pesaban y cuya misión era informar la artillería. Esta pista era tan corta que uno de esos aviones se había estrellado en el río.

Una mañana, cuatro cañones fueron instalados en este prado y disparaban sin tregua en dirección de Mortain. Frente a la intensidad de los disparos no podíamos más que compadecer a los que los recibían. De sobras conocíamos sus efectos por haberlos sufridos, de noche, en Saint-Suzanne.

Un cañón anticarro que apunta el camino, capaz de parar la más mínima irrupción de carros de combate enemigos [,] había tomado posición frente a la entrada de nuestro jardín, lo que nos permitió dar compañía a los servidores, a pesar del peligro del que no queríamos tomar conciencia.

Nuestros nuevos amigos se tiraron al suelo cuando pasó una escuadrilla de aviones de caza alemana. Nosotros no habíamos tenido el tiempo de reaccionar y permanecíamos de pie.

Al final de la tarde todo el mundo desapareció de repente para no volver a aparecer más.

Fue cuando en plena noche tuvimos que sufrir un bombardeo de la aviación alemana. ¿ Qué es lo que buscaba ? ¿ Los puentes o la batería de la artillería ? A pesar del uso de bengalas, el fracaso fue total [,] las bombas caían por la llanura de la Sée. Una vez más habíamos buscado un refugio mientras ya no había peligro. El fracaso del contraataque de Mortain se desparramó como un reguero de pólvora. No nos quedaba más que ovacionar los refuerzos que bajaban hacia el sur, aprovechándonos de sus descargas de cigarros, de chocolates o de chicles.

LA VUELTA A SAINT-LÔ

La derrota alemana de Mortain selló el final de la batalla de la región.

La liberación parecía por fin definitiva. Teníamos que pensar en la vuelta a Saint-Lô. Si alguna ya sabían con toda certeza lo que iba a ser de su vivienda, puesto que había sido destruida durante los bombardeos del 6 de junio, nosotros quienes nos habíamos ido abandonando la nuestra en pie, nos interrogábamos sobre el estado [en el que] estaría después de la terrible batalla que había ocurrido para la toma de la ciudad.

Nuestra vuelta tuvo lugar alrededor del 20 de agosto. Ocurrió mucho más rápidamente y con mucha más calma que cuando nos fuimos.

Un americano aceptó hacerse cargo de nosotros y de nuestras carretilla, en su GMC17, mientras iba hacia Cherburgo que era la zona de abastecimiento de los ejércitos aliados.

Si la región Brécey - Villedieu había sido muy escatimada, no había pasado lo mismo de Percy hasta Saint-Lô. ¡ Sí que presenciábamos una visión apocalípica ! Percy18 y Villebaudon19, ubicados en la última zona de los combates [,] habían sufrido enormemente. Una batalla feroz había tenido lugar en estas dos aldeas. Resultaba fácil defenderlas ya que unas colinas las rodeaban. Se habían contabilizado numerosísimas víctimas entre los civiles de estos dos pueblos.

En cuanto a Saint-Lô, ciudad bombardeada el 6 de junio, y habiendo sufrido casi sin tregua durante un mes la violencia de la batalla terrestre, no quedaba casi nada de ella. Es pues con una relativa satisfacción con la que volvimos a nuestras viviendas destruidas a medias.

La primera tarea fue arreglar los cuartos que parecían utilizables y quitar los escombros. Las ventanas fueron colmatadas con cartón asfaltado. Mi padre volvió a poner en estado su forja recuperando por todas partes chapas y demás materiales desparramados por el corral, entre los cuales unas herramientas ; pudo así muy rápidamente cumplir con lo que le pedían los agricultores cuyos caballos no habían sido herrados desde el principio del éxodo.

A pesar de lo inconfortabe que resultaba la situación, estábamos en seguridad y así fue como pasó el muy duro invierno 44-45. Fue en esta vivienda precaria, sin calefacción, sin cristales [,] donde mi madre tuvo que curarse, dos veces seguidas, de una congestión pulmonar.

CONSTATACIONES

El enterarnos a diario de los nombres de nuevas víctimas, en general muy conocidas, no nos causaba ninguna emoción particular. Al contrario, experimentábamos una indiferencia casi total. ¿ Sería por habernos escapado varias veces de la muerte que nos había traumatizado tanto por lo que habíamos evacuado toda compasión ? Estábamos en vida, lo demás era segundario. Esta liberación que esperábamos desde hacía 4 años, la habíamos imaginado alegre, convencidos de que el desembarco inevitable ocurriría lejos de nuestras playas.

Tan poco preparados a vivir en medio de semejante prueba, nunca habíamos pensado en tal matanza tanto civil como militar. Todos estos muertos, heridos a veces de por vida, estas destrucciones masivas, ¿desde el punto de vista militar, eran indispensables ? Se plantea aún esta pregunta 50 años después.

Poco a poco, la vida volvió a su normalidad, a pesar de todo, ya que fue necesario vivir durante 20 años en una ciudad en plena reconstrucción. El traumatismo permaneció vivaz durante mucho tiempo y el recuerdo permaneció fiel, hasta tal punto que este relato es el fruto de la memoria, sin referencia a escritos.

Las familias Le Bas Leon, Le Bas Charles, Le Lévrier Gaston han cruzado esta tragedia sin sufrir tragedias, la suerte no los ha abandonado nunca.

Un homenaje particular se brinda a nuestro primo René cuya fuerza y cuyo ánimo nos fueron valiosos a lo largo de este peligroso viaje.


  • 1 Poco tiempo después de su llegada a Saint-Lô, los ocupantes organizaron, el 12 de agosto de 1940, una ceremonia en el teatro de la ciudad. Londres, probablemente, avisada de ello, mandó sus aviones. Los cohetes incendiarios no cayeron donde se quería sino en casas ubicadas en la calle de la Marne y des Menuires.
  • 2 Para explicar la importancia estratégica de Saint-Lô, aludamos aquí al testimonio de Bernard Henry, que vive por los alrededores de la ciudad. Dice :  « De repente, como si fuera un rayo, la espantosa realidad me vino a la mente. Veía la ciudad donde vivía, como si fiuera una araña agarrada al centro de su telaraña – una telaraña cuyos radios eran las seis carreteras que convergían hacia ella, seis carreteras que, de un momento para otro, podían volverse en arterias estratégicas de mayor importancia […]. La ciudad, y a lo mejor otras más, iban a pagar caro la liberación tan deseada, iba a morise, para que otras ciudades francesas pudieran seguir viviendo. Este nudo de caminos tenía que desaparecer, volverse en una barrera, en un obstáculo, para atrasar las ayudas motorizadas alemanas en su carrera hacia la extremidad del puente. La catástrofe que se había producido tan brutalmente, a las 8 de la mañana, no era más que un siniestro aviso. Lo peor había de ocurrir… » (B. HENRY, Un ermite en exil, Paris, A. Fayard, 1947, p. 18).
  • 3 Defensa Contra Avión : defensa antiaérea.
  • 4 Esta central eléctrica, ya que alimentaba gran parte de la Mancha, es un punto neurálgico. Cuatro aviones americanos tienen la misión de destruirla aquella mañana del 6 de junio.
  • 5 La Feldkommandantur es el nombre atribuido a la sede del departamento de la administración alemana. Así en Saint-Lô está la FD722, en Caen la FK 723 et en Alençon la FK 916.
  • 6 La calle del 80 RIT, que existe aún hoy en Saint-Lô, hace referencia al 80 Regimiento de Infantería Territorial. Dicho RIT era, durante la Primera Guerra mundial, una formación militar de hombres de entre 34 y 49 años, considerados como demasiado viejos para ingresar en el regimiento de primera línea.
  • 7 A menudo, el narrador utiliza un imperfecto donde habría, según la norma, que emplear un pretérito que indica una acción precisa y definitivamente terminada. El imperfecto se utiliza para describir lugares y personas, acciones habituales o repetidas o acciones que duran en el tiempo. Esta extraña utilización del imperfecto en Le Bas es la prueba de la dificultad que experimenta el narrador para dar definitivamente la espalda al pasado : los recuerdos de guerra siguen todavía muy vivos en su mente, demasiado presentes.
  • 8 La Defensa Pasiva (DP) es una organización creada durante el final de la guerra para garantizar la protección de los civiles. Ya ocurrido el desembarco, la DP se encargo principalmente de los refugiados, de organizar la vuelta de los civiles o también de encontrar comida.
  • 9 Los bombardeos arrojaron a miles de habitantes de la Baja-Normandía por las carreteras del éxodo. A lo largo de aquel verano, carreteras y caminos quedaron asaltados por aquellos civiles que, obligados o no, abandonan el campo de batalla. Unos días, unas semanas, el éxodo les lleva a zonas alejadas de todo combate. Dormir en un sótano, en un cobertizo, en un establo son cosas habituales, y las condiciones alimenticias no son mejores, a pesar de la « ayuda mutua » ofrecida por los agricultores encontrados. El 6 y el 7 de junio, numerosas ciudades fueron devastadas. La población, sorprendida en su gran mayoría, toma de sí misma la iniciativa de alejarse del centro, de irse al campo. Un segundo motivo incita, durante aquel verano de 1944, a la población de la Baja-Normandía a tomar el camino del éxodo : la angustia de la espera relacionada con el acercamiento de los combates. Una última explicación es digna de interés para explicar la salida. Los alemanes, preocupados por poder hacer con creces todo lo que quieren, exigen que las poblaciones civiles se vayan. A medidas que van retrocediendo, las fuerzas alemanas empujan así a los habitantes por las carreteras del éxodo. La mayoría de los civiles que dejan su domicilio lo hacen por obligación. El éxodo ha visto irse miles de Bajo-Normandos. Familias enteras se desplazan, llevando consigo, andando o en carros tirados por caballos, muy pocas cosas. Muchos de estos refugiados siguen los itinerarios definidos ya por las autoridades de Vichy. En la Mancha, será así como se pondrán en marcha tres itinerarios que llevarán hacia la Ille-et-Vilaine y la Mayenne. Julien Le Bas anduvo por el itinerario llamado « Centro ».
  • 10 Vino aperitivo aromatizado.
  • 11 Ubicada a unos kilómetros en el sur de Saint-Lô, Sainte-Suzanne-sur-Vire se volvió en poco tiempo en un auténtico lugar de observación que permitió analizar el movimiento de las tropas enemigas. Todas estas posiciones defensivas permiten a los alemanes contener sus fuerzas aliadas.
  • 12 Dicha red, esencialmente compuesto de carteros, se constituye al final del año 1940. A partir del 5 de junio de 1944, esta red pasó de informar a los aliados (en lo tocante a las defensas alemanas y a los movimientos de las tropas) a cometer sabotajes, principalmente de las instalaciones telefónicas alemanas. Es en una granja ubicada en el municipio de Beaucoudray cuando, el 14 de junio de 1944, los alemanes interpelan a once miembros del grupo de resitencia de las P.T.T. Los fusilarán al día siguiente.
  • 13 Encenagados en una « guerra de obstáculos », los estrategas americanos emprenden una operación con la intención de hacer una brecha en la línea defensiva alemana. Esta operación, que empieza el 25 de julio de 1944, recibe el nombre de « Cobra ». Frente al asalto, los Aliados eligen la estrategía habital de la alfombra de bombas.
  • 14 Expresión irónica : ocurrió lo contrario. Lo que hay que comprender es que en realidad hicieron tanto ruido que...
  • 15 Este centro no está en Brécey sino cerca del pueblo.
  • 16 Reunidos en Rancoudray, los alemanes lanzan una contraofensiva el 7 de agosto de 1944 por la mañana. Así, reagrupan siete divisiones entre las cuales cuatro eran Panzer. Esta operación, tiene el objetivo de encaminarse hacia Avranches y poder, de esta manera, cortar en dos las líneas americanas que siguen su progresión en dirección de la Bretaña. Aprovechándose del efecto de sorpresa y de la niebla, los alemanes consiguen volver a tomar Mortain. Pero, unas horas más tarde, ya la niebla vencida por el sol, los aviones bombarderos entran en acción, provocando importantes estragos en las líneas alemanas. El intento de contraataque por parte de los alemanes fracasa también gracias a la llegada de refuerzos americanos.
  • 17 Son camiones americanos 6x6.
  • 18 Los alemanes, acorrolados por los americanos y por la operación Cobra, intentan resistir en el pueblo de Percy. Quedan cercados. Del 29 de julio al 2 de agosto, la batalla es sangrienta : los disparos de la artillería, los bombardeos de los aliados permiten que el pueblo quede liberado, pero está totalmente destruido.
  • 19 Inmediatamente tras la operación Cobra, y para impedir que los alemanes vuelvan a organizarse, la 2eDB División Blindada americana tiene como objetivo la toma de Villebaudon. La aldea sufre violentos disparos del 27 al 28 de julio de 1944.
Archive Number:
  • Numéro: TE593
  • Lieu: Mémorial de Caen
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