uri:/?q=es/archive/el-ángel-de-la-prisión/5011 filename=index.html@q=es%2Farchive%2Fel-ángel-de-la-prisión%2F5011.html page=archive/el-ángel-de-la-prisión/5011 El Ángel de la prisión | Mémoires de guerre

Vous êtes ici

El Ángel de la prisión

Autora : 
NÉEL Blanche
Récit recueilli par Etienne Marie-Orléach
Texte établi, présenté et annoté par Etienne Marie-Orléach
Traducción Abascal Carral, Julia y Jódar Manzanares, Yolanda

Blanche Néel redacta este breve texto unos meses después de la liberación de Normandía. Su testimonio se encuentra hoy en día en los archivos del Mémorial de Caen, catalogado bajo la sigla TE 201. El Ángel de la prisión es el título que le hemos dado a su relato, retomando solamente algunas de sus palabras.

Fui arrestada el 3 de febrero de 1944 en Mortain, en lugar de mi marido que había conseguido darse a la fuga cuando los agentes de la Gestapo se presentaron en nuestro domicilio provisorio1. Primero me llevaron prisionera a Saint-Lô, y cuarenta y ocho horas más tarde me deportaron a la prisión de Caen.

Mi primera celda, cuyo número he olvidado, estaba al lado de la de la guardia alemana y había sido ocupada por la señora Desbouts, a la que remplacé. Tuve como compañeras de prisión a una joven holandesa, a la señorita Dreabeck, a la señora Caby de Villers-Bocage y a una joven polaca cuyo nombre no recuerdo. Posteriormente, la guardia me obligó a cambiar de celda a menudo, pero me consolé quedándome casi siempre con la señorita Dreabeck.

La señora Caby fue liberada en abril de 1944, pero su marido fue fusilado el 6 de junio de 1944 en la prisión de Caen2.

El 7 de junio, cuando los alemanes nos liberaron, retuvieron a la señorita Dreabeck, que fue deportada a Alemania. Murió en Ravensbrück, el mismo día en el que el campo acababa de ser liberado por las tropas soviéticas3.

El 6 de junio, mientras cumplía con el servicio, vi en el pasillo a una mujer francesa, sujetada por dos soldados alemanes. Casi sin fuerzas me dijo: «Me van a fusilar»4. Fue llevada al patio en el que los alemanes ejecutaban a los prisioneros. Esta mujer, cuyo nombre ignoro, debía vivir en la calle de Auge, en Caen. Por lo visto, había estado en contacto con un agente de la Gestapo.


P.D.5: Según lo que sé, en la zona femenina de la cárcel, los alemanes no reunieron a las mujeres que tenían que ser fusiladas. No las pusieron en fila, sino que al parecer las autoridades de la prisión eligieron a las que había que ejecutar y las fueron a buscar individualmente, una por una, a sus respectivas celdas. Tengo la prueba de ello en el hecho de que solo encontré a una mujer que iba a ser ejecutada. Nos dijeron que dos o tres mujeres habían sido fusiladas; no me lo confirmaron.

Aquella a la que vi había contado precedentemente a los prisioneros: «Me arrestaron por error. No estoy preocupada. No me voy a quedar mucho tiempo más aquí, mi amigo está metido en la policía alemana, en la Gestapo. Se ha ido “con permiso” a Alemania hace algunos días. Cuando vuelva, seguro que hará que me liberen».

Hay muchas razones para pensar que el alemán de la Gestapo había cometido un error o una torpeza, que lo habían vuelto a llamar de Alemania, y que habían arrestado y matado a su «amante» porque temían que pudiera haberle sonsacado informaciones confidenciales…


Tras las ejecuciones, la guardia alemana, sin dar ningún tipo de explicación, nos ofreció los objetos personales de aquella mujer. Que quede bien claro que los rechazamos.

No vi las ejecuciones pero, al igual que las otras prisioneras, por la mañana escuché los disparos que hubo de nuevo por la tarde, hacia las 4 o las 5 aproximadamente (nos habían quitado los relojes…)6. Tras los últimos disparos, por la tarde, la señora Dreabeck y yo, conseguimos abrir una pequeña ventana y mirar al patio en el que habían tenido lugar las ejecuciones. Vimos a varios soldados alemanes, bajo la supervisión de un suboficial, lavando la pared y el suelo con abundante agua para que desaparecieran las manchas de sangre. El suboficial, alzando la vista, nos vio y nos gritó algo que no comprendimos bien. Obviamente, nos ordenaba que cerráramos la ventana y que desapareciéramos.

Durante las ejecuciones los condenados no gritaron, excepto uno. Un hombre conducido al patio que, sin duda al ver los cuerpos de sus compañeros ya ejecutados, gritó con una voz débil y desesperada: «¡no! ¡no! ¡Mi mujer, mis hijos… mis hijos !». Y después hubo un único y rápido disparo.

Por la noche, la guardia alemana abrió las puertas de las celdas. Esta mujer, que solía comportarse de manera monstruosa con las prisioneras, se había puesto en aquel momento pálida y por supuesto estaba aterrorizada.

Por la mañana, nos había dicho con arrogancia, pero también con cierto temblor en la voz: «El enemigo ha desembarcado en la costa, pero ha tenido que retroceder…». Por la tarde, con una actitud casi amable, nos devolvió algunos objetos personales recalcando: «el ejército alemán es honesto».

Supimos entonces gracias al teléfono de las prisiones y gracias a los rumores que corrían por los pasillos que el Desembarco había tenido lugar. Además, oíamos los tiros de artillería, los bombardeos y el gran tumulto de la batalla más cercana. Por la tarde, una agitación que rozaba con el pánico había reinado en la prisión. Los alemanes trasladaban los archivos, los dosieres. Sin duda estaban muertos de miedo. La comida del mediodía la habían distribuido muy tarde. La de la cena no la distribuyeron, porque una vez abiertas las puertas de las celdas, nos condujeron a la rotonda de la prisión (cuyo techo es una cúpula de cristal). Nos colocaron alrededor de la rotonda de cara a la pared y nos prohibieron hablar. Allí vivimos horas de enorme angustia. La señorita Dreabeck rezaba en voz baja, las prisioneras respondían a sus invocaciones.

Por la noche, no puedo precisar la hora exacta, se produjo un bombardeo de una violencia aterradora7 en Caen. Nos hicieron bajar, con los guardias armados, a una especie de sótano, alumbrado por una linterna. Había un poco de paja. Nos permitieron sentarnos. Llevaron algunos hombres al sótano – prisioneros. Uno de ellos nos dijo: «Nos han llevado a la estación de autocares para que tomáramos los autobuses…. Probablemente querían llevarnos a todos a Alemania8. Hemos averiado los j…9 motores. No se marcharán».

Los bombardeos no paraban, el ruido de la batalla duró toda la noche.

Muy entrada la noche, escuchamos a lo lejos los tiros de armas automáticas. Los prisioneros dijeron: «Son metralletas, llegan los ingleses». Los alemanes también lo oían, y nuestra guardia, pensando que posiblemente ahora le tocaría a ella ser prisionera, ¡¡se volvió amable!!

Hacia las 4 de la mañana, nos hicieron volver a subir a la planta baja y ponernos en fila de dos en dos en el pasillo. Las puertas se abrieron. Cogía del brazo a la señorita Dreabeck que rezaba en voz alta. Nos indicaron que avanzáremos hacia el patio, hacia la calle…. La guardia alemana se encontraba cerca de la última puerta y tenía las manos cruzadas y sonreía.

Cuando la señorita Dreabeck y yo llegamos delante de ella, cogió a la señorita Dreabeck del brazo y le dijo: «Tú, por aquí». No tuve ni siquiera el tiempo de abrazar a esta admirable y heroica joven muchacha - una santa - a la que desgraciadamente no volvería a ver.

¿ Sería porque la señorita Dreabeck fuera holandesa por lo que la guardia no quiso liberarla en Francia? No lo creo. Pienso más bien que la guardia alemana estaba clamando una última y odiosa venganza. La señorita Dreabeck hablaba alemán con soltura. Con un extraordinario valor proclamaba, en cualquier ocasión, la defensa de las prisioneras, se quejaba y protestaba contra los odiosos métodos de la guardia.

La guardia debía odiar a esta joven que pertenecía a la nobleza holandesa (estaba emparentada con la familia real), cuya elegancia se manifestaba hasta en nuestras desgraciada celdas. Odiaba también la fuerza moral y el valor de una prisionera que, en la extrema miseria, sin poder, sin autoridad, se atrevía a hablar en nombre de la justicia. Por esta razón, la guardia decidió enviarla hacia otras prisiones y hacia Alemania. Supe que durante su trayecto, la señorita Dreabeck había intentado escaparse saltando de un camión, pero que sus guardianes la habían atrapado. Si rendimos un homenaje respetuoso a los fusilados de la prisión de Caen, debemos mencionar entre ellos a Dagmar Dreabeck, a la que llamábamos en nuestras celdas «el Ángel de la prisión»10.


P.D.: La guardia alemana vivía en Stuttgart antes de la guerra.

  • 1 Desde el inicio del año 1944 los arrestos se multiplican, sobre todo en la Mancha. Durante los primeros meses del año, se registran 634 arrestos solamente en este departamento. Se llevan a cabo varias redadas con el fin de acabar con la Resistencia.
  • 2 Jean Caby, alias Émouchet, miembro de la red Alianza de la Resistencia, fue arrestado el 17 de marzo de 1944 por los auxiliares franceses de la Gestapo. El 6 de junio de 1944, el servicio de seguridad de la policía alemana, siguiendo las órdenes de su superior Harald Heynz, ordena la ejecución, a título «preventivo», de los detenidos de la prisión de Caen. La prisión cuenta en aquel entonces entre sus muros con un centenar de hombres y una veintena de mujeres. Las autoridades alemanas liquidaron entre 75 y 80 prisioneros, por miedo a que cayeran en manos de los aliados, pues Caen solamente se encuentra a una docena de kilómetros de las playas del Desembarco.
  • 3 La liberación del campo tuvo lugar el 30 de abril de 1945. Antony Beevor recopila esta misma información sobre el final de la vida de Dagmar Dreabeck: A. BEEVOR, D-Day et la Bataille de Normandie, Paris, Calmann-Lévy, 2009, p. 183.
  • 4 Frase subrayada en el texto de Blanche Néel.
  • 5 Insertamos esta posdata (que Blanche Néel añade al final de su relato) ya que aporta información que completa la del párrafo precedente.
  • 6 Desde primera hora de la mañana, hacia las 8, los prisioneros fueron conducidos en pequeños grupos a los patios del paseo. Y allí fueron fusilados sin piedad. Las ejecuciones se retomaron a comienzos de la tarde.
  • 7 La ciudad de Caen sufrió el 6 de junio de 1944 múltiples bombardeos de extrema dureza. El primero se produjo a mitad del día y afectó principalmente a los barrios de Saint-Jean et Vaucelles. Como estos dos barrios están bastante alejados de la prisión, la autora no mencionó este bombardeo. Hacia las 16:25, Caen fue una vez más el punto de mira de los bombardeos de los aliados. El centro de la ciudad fue entonces arrasado. Desde las primeras horas del 7 de junio de 1944, la capital normanda sufrió un nuevo ataque aéreo. Más de 700 civiles perdieron la vida en Caen durante estos dos días de junio.
  • 8 El último convoy de los prisioneros salió de Caen el 20 de mayo de 1944; fue enviado a Compiègne y después a Alemania. Más tarde, la evacuación total de la prisión tuvo lugar la mañana del 7 de junio.
  • 9 Palabra inacabada en el texto porque se considera demasiado familiar. Suponemos que se trata del adjetivo «jodidos».
  • 10 Dagmar Dreabeck nació en 1906 en Maastricht, Países Bajos. El Livre mémorial des victimes du nazisme dans le Calvados nos cuenta que Dagmar Dreabeck (Driebeck en el libro) es una judía neerlandesa refugiada en la Mancha. Los alemanes la arrestaron el 23 de febrero en Vergoncey, cerca de Avranches, la encarcelaron algunos meses en Caen, y después la deportaron a Alemania «en coche con un señor y dos señoras». Esta información está presente en su ficha personal depositada en Caen, en el Bureau des Archives des Victimes des Conflits Contemporains (BAVCC) del Ministerio de Defensa. Entra el 11 de agosto de 1944 en el campo de concentración de Ravensbrück (cf. J. Quellien (dir.), Livre mémorial des victimes du nazisme dans le calvados, Caen, Conseil Général du Calvados, Direction des archives départementales, 2004, p. 73).
Archive Number:
  • Numéro: TE201
  • Lieu: Mémorial de Caen
X
Saisissez votre nom d'utilisateur pour Mémoires de guerre.
Saisissez le mot de passe correspondant à votre nom d'utilisateur.
Image CAPTCHA
Enter the characters shown in the image.
En cours de chargement