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El desembarco vivido a 10 kilómetros al este de Cherburgo

Autora : 
Madame LECOFFRE
Texte recueilli par Etienne Marie-Orléach
Texte établi, présenté et annoté par Etienne Marie-Orléach
Traducción Nadia Ait Bachir

La señora Lecoffre cuenta en 1979 su experiencia del Desembarco. Expulsada de su casa por los alemanes en mayo de 1944, su novio y ella se enteran, gracias a los ganaderos de Sainte-Mère-Église encontrados durante la feria de Valognes, del principio de las operaciones. Tras haber pronunciado palabras derrotistas para con los alemanes, la mujer es detenida y después es llevada a la prisión de Cherburgo, donde pasará una noche encarcelada. Ya liberada y de vuelta, presencia el avance de los americanos por Cherburgo, donde ocurre una dura batalla en esta región agreste. El ejército americano que no se esperaba una defensa alemana organizada manifiesta su interés por defender, cualquiera que sea el precio, el puerto de Cherburgo.

Ha sido en una finca ocupada parcialmente por las tropas alemanas - se trataba de varios regimientos de artillería - donde hemos vivido por los años 40 hasta el 18 de mayo de 1944. En veinticuatro horas, nos expulsaron (mi madre, mi abuelo y yo) de la casa en la cual estábamos viviendo desde hacía años.

Fue gracias a mi novio quien se había ido a vender una vaca a la feria de Valognes gracias a quien nos enteramos de la noticia del desembarco.

Se cerró rápido el trato. Algunos ganaderos de Sainte-Mère-Église hablaron de los lanzamientos en paracaídas y para dar credibilidad a lo que decían enseñaban sus cinturones y pedazos de paracaídas. Algunos hacían sus reportajes en una posada, que dos horas más tarde ardía. Hemos vivido varios días sin noticias. Además no disponíamos de ningún local para escuchar la BBC. También se requisaron caballos, coches y conductores a la Glacerie para llevar municiones a los alrededores de Montebourg. Mi novio fue allí con un caballo de raza media sangre. Consiguió dejar su cargamento y volver, enseguida, con un vecino gracias a lo poco que llevaba y valiéndose de la confusión que reinaba en el lugar de depósito. En el camino de vuelta, Valognes ardía entre llamas.

Habíamos podido guardar algunos animales en los campos más alejados de la granja, particularmente en un huerto. Un avión voló rozando y ametrallando el arca de agua no muy lejos de donde estábamos. También disparaba en dirección de los caballos de la tropa que estaban en los campos al lado de las cuadras. Al día siguiente la caballería ocupaba los pastos donde solían estar las vacas, a salvo de los manzanos.

Mi madre y yo fuimos a la granja para defender lo que nos pertenecía. Dicha granja se había transformado en retaguardia ; kilómetros de alambres de espino la cercaban ; agujeros de hombres, zanjas y los famosos postes que impiden los lanzamientos en paracaídas habían transformado los lugares1. Unos caballos de frisa2 defendían las entradas. Cuando exigí explicaciones, la única repuesta fue « ¡ Es la guerra ! », a lo que he contestado : « ¡No para mucho tiempo, los ingleses están en Valognes ! » (No habíamos oído hablar de los EEUU.)

Nos fuimos con mucha dignidad. Pero, dos sentinelas no tardaron en alcanzarnos y en rodearnos. Nos encerraron en la cripta que servía para el vino. Fue un momento algo largo y lleno de incertidumbre y de espera. Es necesario decir que nuestros últimos ocupantes formaban un regimiento heteróclito pero muy duramente respaldado : un veterinario y un brigada llamaban la atención por su celo. Finalmente, por la noche, un coche nos llevó (con los suecos en los pies y la cuerda para las vacas en la mano) para la cárcel marítima. Un viejo guardia nos recibió, rodeado de unos jóvenes hitlerianos. Eran unos niños que jugaban en su cama con gatitos. Nuestro interrogatorio fue considerado como una buena historia, pero nos llevaron, bien escoltadas, a un calabozo sin cristales pero con rejas sólidas. Había un mampara y ...nos dieron una caja grande que servía para la mantequilla en caso de necesidades urgentes. Tuvimos dos suertes : los bombardeos que cada noche machacaban a cañonazos el arsenal y los municipios alrededores cesaron y sobretodo resultaba imposible llevarnos a Saint-Lô donde nos hubiéramos quedado con otros civiles de Cherburgo encarcelados3. Un recuerdo inolvidable de mi noche de detención : la tos que desgarraba el pecho de un prisionero del calabozo de al lado.

Por la mañana, soltaron a mujeres encarceladas (entre las cuales nosotras) y nos propusieron café con leche, lo que bebimos con ansia. Nos fuimos a casa de unas amigas que vivían a la otra punta de la ciudad. Desgraciadamente, era la última vez en que gozaríamos de su hospitabilidad. Los bombardeos por el barrio del Val-de-Saire alcanzaron la casa así como le ocurrió también al señor médico Deslandes, tan apreciado por los habitantes de Cherburgo. De vuelta, a pesar de un paseo inconfortable (diez kilómetros con los suecos puestos), nos pareció preferible alejarnos de nuestro vecindario y así fue como reintegramos con alegría La Glacerie. Unos días más tarde, el convoy dejado cerca de Montebourg volvía. Era una tropa que se había retirado y pues que se sentía poco orgullosa. Se escondió por debajo de los grandes árboles de la granja de mis suegros. Esta etapa nos valió al día siguiente un bombardeo asesino. El pueblo de La Glacerie había quedado en gran parte totalmente destruido por un bombardeo aéreo4. Aquella mañana, las víctimas eran aún numerosas por todo el pueblo. Nos arremetimos pues al bosque lindante de donde los americanos nos sacaron para meternos en un camión con destino a Le Theil, es decir, fuera del alcance de la defensa de Cherburgo que esperaba, pero la guarnición se rindió. Los combates a menudo violentos tuvieron lugar por las zonas vecinas. Sosegadas por la tranquilidad que reinaba, volvimos a nuestra finca. Los ocupantes habían defendido su posición antes de rendirse. En las cuadras, las camillas estaban llenas de sangre como lo demostraban los uniformes. Montones de municiones estaban desparramadas alrededor del recinto alambrado. Los americanos habían desarmado a sus adversarios. Se enterraron los caballos muertos en las zanjas, a veces se metían con ellos a hombres. Hemos visto varios cadáveres que se habían quedado allí, en las zanjas, y hasta uno tenía un brazo que sobresalía de una zanja. Era por lo menos preferible estar seguro de que estaban muertos, sobretodo para las familias.

Nuestra vuelta nos causó gran pesar. De la casa familiar no quedaba más que cuatro paredes. Las granjas ocupadas en el municipio habían sido incendiadas [tras haber sido] evacuadas. El grupo de obreros demoledores que adelantaron la reconstrucción encontraron debajo de la piedra un escondite lleno de municiones a punto de explotar si la casa permanecía intacta a nuestra vuelta. Pero las pérdidas materiales no fueron más que recuerdos penosos hasta el momento en que se firmó la paz que fue cuando todo volvió a surgir. Los recuerdos de la época en que había combates en Francia : desde la carretera de cornisa, el espectáculo del puerto negro de barcos del desembarco. Nuestros campos transformados en campos de paso por las tropas aliadas. Las carreteras transformadas en cenegales por los camiones donde nuestros coches se hundían hasta el eje. Y noticias, verdaderas o falsas, las comunicaciones imposibles, la paz y los reencuentros.


  • 1 La mujer hace aquí referencia a los « espárragos de Rommel ». Esta expresión « espárragos de Rommel » se atribuye a la población local que, requerida por las autoridades alemanas, se ve obligada a alzar estacas, por terrenos que pueden ser utilizados como zona de aterrizaje para los Aliados.
  • 2 Son barras de hierro alrededor de las que se enrolla alambre de espino para impedir que pasen los vehículos.
  • 3 En cuanto a los bombardeos de Saint-Lô, leer los testimonios de Julien Le Bas y de Jean Roger. La cárcel se salvó de los primeros bombardeos que afectaron la ciudad durante la mañana y la tarde del 6 de junio de 1944. Durante la noche, dos bombas cayeron encima. El edificio prendió fuego. Muchos de los setenta prisioneros perecieron aquella noche.
  • 4 El municipio de la Glacerie que defendía el acceso a Cherburgo sufrió numerosos ataques. Habrá que esperar el 24 de junio para que quede liberada la ciudad tras duros ataques.
Archive Number:
  • Numéro: TE204
  • Lieu: Mémorial de Caen
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